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jueves, 17 de junio de 2010

capitulo18 hasta el final

capitulo 18
SOLO OTRA VEZ OOO
nO ERES TU SOY YO
SON LAS PALABRAS MAS TEMIDAS EN UNA RELACION Y SI LAS PRONUNCIAS O TE LAS DICEN ES PORQUE LA RELACION AH ACABADOSE ESTA FRAGUANDO UN ATERRIZAJE SUAVE PERO EL FINAL ESTA DECIDIDO.
PETULA Y virgina estabam platicando y por primera vez estaban de acuerdo sin embargo las wendys estan ablando sobre petula y vieron que ella y damen estaia juntos otra vez, despues en la clase de muertologia prue, pam y sacarlet tocaban la puerta par poder pasar y todos se quedaron asombrados sin embargo muchos le empezaron hacer preguntas de porque estaban ahi asi que prue les dijo que era porque charlotte estaba desaparecida entonces les dijo que dieran el primer paso para que las llevaran hacia ella nadie se animaba pero gary djo que el sabia asi que pidio autorizacion al amaestra y salieron corriendo.
OPINION: PARA MI ESTE CAPITULO ESTUBO PADRE PORQUE LAS WENDYS REFLEJAN SU ENVIDIA PERO ALA VAZ SCARLET DEMUESTRA QUE LA AMISTAD SI EXISTE BUSCANDO A CHARLOTTE.
capitulo 19
Todo el mundo tiene corazón,
excepto algunas personas
--Bette Davis
Una mirada vale más que mil palabras
Hay varias maneras de mirar a alguien. Se puede mirar a las personas de
abajo arriba, con admiración, o de arriba abajo, con desprecio, pero una
vez la vida te ha enseñado unas cuantas lecciones importantes, se puede
aprender a mirar a las personas a los ojos, de tú a tú. Petula siempre
miraba desde arriba y Charlotte estaba cansada de mirar desde abajo,
pero lo único que tenía que hacer realmente era mirar en su interior y
verse tal cual era.
OPINION: CREO QUE ESTE LIBRO NOS HABLA MAS QUE NADA DE QUE HAY MUCHAS ENVIDIAS Y QUE APESAR DE QUE SEGUN SON AMIGOS SIEMPRE SE TRAICIONAN Y ESO ES MALO PORQUE ROMPEN EL CORAZON DE LAS DEMAS PERSONAS.

Charlotte y Maddy se colocaron en el montacargas y descendieron hasta la planta baja junto con Damen y un carro de la limpieza que, a modo de sarcófago, contenía el cuerpo prácticamente inerte de Petula e iba cargado de una completa gama de productos
limpiadores, fregonas, escobas, trapos, toallas de papel, papel higiénico y bolsas de
basura. A Charlotte se le ocurrió pensar que no era una cámara funeraria precisamente glamurosa para tan noble personaje.
Damen salió del montacargas empujando el carro y se encaminó hacia las puertas
batientes traseras de la entrada de servicio. El carro no estaba diseñado para transportar
semejante peso, y podía sentir cómo las ruedas se combaban hacia dentro, dificultando
las maniobras. Nadie parecía darle la mayor importancia a este hecho cuando reparaban
en el joven vestido de celador bregando con la pesada carga. El hospital era un lugar
donde el personal de limpieza del escalafón más bajo se movía en el anonimato, y la
batalla de Damen con el carro apenas si llamo la atención de nadie, con la excepción,
pensó Damen, de su pasajera, inconsciente en el interior de la bolsa de lona que él
transportaba por el edificio.
Brutal -soltaba Maddy con una risita a cada sacudida de la cabeza de trapo de Petula, mientras arrastraba a Charlotte consigo, tratando de seguir de cerca a Damen conforme éste salía a trompicones, como buen quarterback que era, al aparcamiento.
Damen franqueó con el carro las enormes puertas y lo aparcó junto a un maloliente
comedor de color gris mientras se deshacía a toda prisa del mono de celador y lo
arrojaba a la basura. Le alivió librarse del disfraz, aun después de tan poco tiempo. No es que fuera precisamente la clase de atuendo de héroe que se había imaginado vistiendo de pequeño, pero la misión que llevaba a cabo bien podría haber sido demasiado hasta para un Superman. Condujo el carro hasta el coche, echó un vistazo a su alrededor,
Abrió la puerta del acompañante, introdujo a Petula al interior con toda delicadeza y la colocó en la postura más natural posible.
Maddy y Charlotte se metieron de un salto en el asiento de atrás, a su espalda. Charlotte
miró a Petula y se recordó ocupando ese mismo asiento, jugando al “me quiere, no me
quiere” mientras fingía deslizarse bajo su brazo. Le hizo gracia que ahora Petula le
resultase a él casi tan invisible como lo fuera ella entonces, y de no haber muerto
atragantada con el osito de goma, Charlotte estaría ahora medio ahogada de la risa por la
ironía de todo aquello --Eh -las llamó él al reparar que tomaban otro camino--. Es por aquí.
--Es un momento, necesito comprobar algo antes -dijo Scarlet, caminando lentamente hacia su habitación.
Conforme se acercaban, Pam y Prue notaron que Scarlet cada vez iba más despacio, hasta que se detuvo prácticamente del todo a escasos pasos de la puerta.
--¿Qué pasa? -preguntó Pam con delicadeza.
Scarlet no respondió. No sabía muy bien qué responder. Tal vez hubiera una gran
diferencia entre lo que esperaba ver y lo que razonablemente se podía esperar.
Para empezar, estaba el asuntillo aquel de ver su propio cuerpo allí tumbado. Se había
visto durmiendo en fotografías ñoñas, pero la idea de contemplarse a sí misma en sus
últimos hálitos de vida ya era demasiado. Y luego estaba Damen. Tal vez siguiese
completamente centrado en su adoración de Petula. No podía prever cuál sería su
reacción si entraba allí y se lo encontraba en plena demostración de afecto, y ella
acabaría sintiéndose culpable por estar celosa de su hermana moribunda. Era justo lo que se temía. Hasta ella misma se encontró pálida, mucho más de lo
habitual, y frágil. El catéter del brazo la estremeció, y el constante pitar del monitor
cardiorrespiratorio la irritó igual que una de esas sirenas “mosquito” ahuyentadoras de jóvenes que supuestamente sólo pueden oír los adolescentes. Podía percibir el contorno de sus piernas bajo las almidonadísimas sábanas blancas, que se le pegaban a las
rodillas y a los pies como una especie de sudario de polialgodón. Eso de verse tal cual la veían los demás era una experiencia cuanto más extraña y nada divertida.
Pam, Prue y Gary, que no querían interferir en la intimidad de Scarlet, apartaron la
cortina y se colocaron a hurtadillas en la zona de la habitación que ocupaba Petula para comprobar cómo estaba la cosa. Un gritó ahogado más que audible devolvió a Scarlet de golpe a la realidad.
--¡Se ha ido! -gritó Pam desde detrás de la cortina, en el otro extremo de la habitación semiprivada.
--¡No! -aulló Scarlet, con una repentina sensación de ahogo--. ¡No puede haber…
muerto!
--No -aclaró Prue, cogiendo a Scarlet de los hombros--. Me refiero a que se ha ido de verdad.
--Es decir, que no está aqu–confirmó Gary, retirando las sábanas de Petula y dejando al descubierto la cama vacía, embutida con toallas y almohadas.
--¿Dónde infiernos puede estar? -espetó Prue.
--Ésa es una posibilidad -dijo Gary sarcásticamente, metiendo baza.
Mal asunto -advirtió Pam--. Sin cuerpo, poco importa que encontremos su alma o no.
--¿Y, si, bueno, ya sabes, y si se han llevado su cuerpo? -preguntó Scarlet muy nerviosa, apuntando a una respuesta que en realidad no quería escuchar.

Si se han llevado su cuerpo, ¿quiéneshan sido? -preguntó Prue con firmeza, no
queriendo decir lo que a los tres les pasaba por la cabeza en ese instante. ¿Se refería
Scarlet al médico o acaso pensaba que Charlotte podía haberse llevado el cuerpo de su
hermana para disfrutar de un paseo más permanente con ayuda de Maddy? Ninguno de
los tres tenía demasiado claro qué era peor--. Pam, tú baja al depósito y comprueba si
está allí -ordenó Prue, optando por descartar la teoría del secuestro por el momento.
--¡Yo no bajo ahí ni loca! -dijo Pam con voz acobardada.
En ese momento, Prue reparó en el rastro visible de Petula, su camisón del hospital, que yacía arrugado en el suelo. Empezó a reunir pistas. Se percató del que el historial de Petula seguía prendido en la cama. No estaba cerrado, lo que significaba que Petula ni había sido dada de alta ni había muerto. Finalmente, cogió sus extensiones de pelo de encima de la mesilla de noche. Le mostró la prueba a Scarlet.
--Un momento, no habría dejado esto aquí si hubiese muerto, ¿a qué no? -preguntó
Prue.
Scarlet se acercó a la parte de la habitación que ocupaba Petula y la inspeccionó. Los alrededores de la cama mostraban un aspecto muy similar al de su dormitorio después de una serie de apresurados cambios de ropa previos a una cita. Reparó en unos leves restos de un tono de maquillaje y de sombra de ojos desconocido en la almohada y percibió el olor casi imperceptible de una fragancia verdaderamente apestosa que sólo podía pertenecer a una persona, o más bien a dos.
Y entonces descubrió la pista más importante de todas. El Vestido de Baile de
Bienvenida de Petula también había desaparecido. O bien Petula estaba muerta y enterrada con él, o bien…
--Las Wendys -dijo Scarlet en voz alta--. Ellas se la han llevado
--¿Para qué? -preguntó Pam, poniéndole a Scarlet los pies en la tierra--. Está medio
muerta.
Además, ¿adónde la iban a llevar? -añadió Prue.
Al Baile de Bienvenida -dijo Scarlet con firmeza, mostrándole los restos de una apresurado cambio de ropa.
Scarlet se preguntó cómo era posible que Damen lo hubiese permitido. A no ser… que
estuviera con ella. Al instante, Scarlet sintió un gran vacío en el estómago. Hubiese
preferido enfrentarse a su cuerpo inerte que contemplar el hecho de que Damen, quien
había dicho que no se separaría de su lado bajo ninguna circunstancia, pudiese estar con
Petula. Damen había enviado antes un mensaje de texto al entrenador de fútbol y ya había
empezado a extenderse como un impétigo la noticia de que estaba de camino… con
Petula. Los alumnos empezaron a preparar gigantescas pancartas y mensajes de apoyo.
Se pintaron enormes sábanas con las frases PETULA PISA FUERTE Y ELLA HA
RESUCITADO y se colgaron en las gradas. El maestro de ceremonias se puso a
reescribir su discurso para la coronación, y las animadoras actualizaron los eslóganes
sobre Petula que había abandonado después de que ésta cayera enferma.
Que decía “¡Viva o muerta, Petula te deja con la boca abie”ta!fue rápidamente
reemplazado por uno nuevo: “A-Y-D-I-O-S- Q-U-É-I-L-U-S-I-Ó-N”, que cantaban en voz alta, animando: “¡El dedo de Petula nos mola mogollón!”. Tanto chillaban que casi Damen casi las pudo oír desde la acera al llegar.
Todo el mundo se mordía las uñas por conocer la noticia, todos salvo los antiguos
alumnos anti-Petula y las pretendientes a reina del Baile de Bienvenida que llevaban, como ella, arañando votos todo el año. Si Petula se quedaba fuera, cualquiera podía ganar. Pero su regreso abocaba a las demás a una derrota segura, sobre todo por la extra de compasión que iba a recibir después de superada la muerte y demás.
A la llegada de Damen y Petula, se abrió la puerta del aparcamiento del instituto, tal y como la había hecho siempre para la Pareja Presidencial de Hawthorne. Damen aminoró la marcha al pasar junto a la caseta y saludó al vigilante levantando el pulgar.
Cuánto tiempo -le dijo cariñosamente aquel viejo conocido--. Me alegra verte de nuevo por aquí.
Sí, a mí también -dijo Damen, y esbozando una enorme sonrisa prosiguió la marcha.
En realidad no era así, pero ése era el menor de los fraudes que estaba perpetrando en
esos momentos. Había dicho lo que fuese con tal de distraer la atención sobre Petula.
Afortunadamente para él, ella era siempre tan grosera con todo el mundo que la gente se
cuidaba muy mucho de no saludarla o mirarla a los ojos por si acaso. Nunca pensó que
llegaría a apreciar tanto su naturaleza condescendiente como lo hacía en ese momento.
Damen aparcó en una plaza reservada situada al pie del mismo de la alfombra roja.
Cuando menos hubiese que andar, mejor. Salió y saludó a la muchedumbre de
fotógrafos que esperaban ansiosamente su llegada. Rodeó el coche, impidiéndoles la
vista de Petula lo máximo posible, y con suma delicadeza la cogió en brazos y la sacó del interior, asegurándose de que su cabeza quedara apoyada contra su hombro. Se giró, sosteniendo a Petula en sus brazos como si fuera una novia a punto de cruzar el umbral, y permaneció quieto durante unos segundos mientras a su alrededor destellaban los
flashes y el gentío exclamaba complacido.
Te lo puedes creer? -dijo Maddy restregándole a Charlotte en las narices la adoración que levantaba el dúo Petula-Damen--. ¿No son geniales?
Sí -corroboró Charlotte--. Geniales.
La exagerada sonrisa y ojos saltones de Petula resultaban una manifestación de emoción de lo más particular, así lo comentaron entre ellos los cazainstantáneas, pero había que tener en cuenta que era un día muy especial para ella. Un reencuentro muy especial, no sólo con Damen sino también con su estatus en Hawthorne. Damen, por otro lado, tenía puestas sus esperanzas en otro reencuentro, más suyo.
Recuerda -murmuró Damen para sí, al caer en la cuanta que aquellas fotografías
podían incriminarle de tener éxito en hacer regresar a Scarlet--. Es todo para ti.
Has oído eso? -volvió a la carga Maddy, malinterpretando una vez más las
intenciones de Damen--. Está plantando totalmente a tu amiga a cambio de su hermana comatosa. Charlotte se sentía estupefacta. Todo aquello estaba sucediendo realmente. Damen y Petula juntos de nuevo, monopolizando el foco de atención, absorbiendo los elogios, como siempre, y Charlotte relegada a un segundo plano, completamente
invisible, como siempre.
Todo el mundo les gritaba preguntas y Damen apenas podía pensar. Abrigaba la
esperanza de que con este primer gran estallido de admiración ella empezaría a
despertar, pero no movió ni un músculo. Si de algo estaba seguro era de que no podía permanecer más tiempo allí. Tenía que seguir adelante.
--Nada de entrevistas, por favor -vociferó Damen mientras recorría la alfombra a toda velocidad y entraba en la zona restringida donde estaban aparcadas las carrozas del desfile del Baile de Bienvenida.
CAPITULO 19
Divina Comedia
Este mundo es una comedia para quienes piensan,
Y una tragedia para quienes sienten.
Mejor ella que yo.
Dicen que la comedia es una tragedia que le sucede a otro.
Buscamos lo cómico en la desventura de los demás
sobre todo como mecanismo de defensa, pero existe un
límite. La muerte no es cosa de risa. Comoquiera que
ahora desfilaba ante ella, una vez más, cuanto siempre
había deseado y después cedido de mala gana,
Charlotte empezaba a tener la sensación de que todo
Aquello no era más que una gran broma cósmica con
Una única víctima: ella.

Las Wendys avanzaron de puntillas por el pasillo del hospital buscando la salida más
rápida, y menos obvia. Deambular por el hospital con aquellos trajes tan ajustados y
zapatos de tacón no es que fuera precisamente el más discreto de los medios de
transporte, pero no había más remedio. Necesitaban salir del hospital y estar en
Hawthorne ya mismo, de modo que ocultarse a plena vista les pareció una sabia
estrategia.

-Damen se va a poner como un energúmeno- susurró Wendy Thomas.

-¿Y qué? Yo por él no pierdo el Baile de Bienvenida.
-Ya, y tampoco es que se lo haya pensado dos veces antes de dejar a la Muñeca Zombie
ahí sola.

En ese momento, la afligida pareja joven que Damen había visto antes emergió de otra
habitación situada algo más adelante del pasillo, la madre con un precioso lazo en las
manos, que cayó al suelo sin que ella lo adivinara debido a su consternación. Mientras
la mujer lloraba convulsivamente, abrazando a su marido y agarrándose a él en busca de apoyo, la enfermera del control les señaló la dirección de la capilla.

-Rezamos por ella- dijo la enfermera jefe, tratando de consolarles como fuera-. Lo
siento.

-Yo también- dijo Wendy Anderson muy compungida sin perder ripio.

-Qué mona- añadió Wendy Thomas con inusitada sinceridad.
Habiéndose felicitado mutuamente por esta momentánea muestra de compasión, las chicas desviaron su atención a otros asuntos de mayor trascendencia.

-El lazo- señaló Wendy Anderson con voz envidiosa-. No debería estar ahí tirado de mala manera.

-No, desde luego que no- dijo Wendy Thomas completamente de acuerdo.

-Me irá perfecto con el vestido- continuó Wendy Anderson-. Ese azul seguro que me resalta los ojos.
Las candidatas del Baile de Bienvenida empezaban a ocupar sus puestos en las carrozas
mientras las madres de los alumnos de Hawthorne y sus hijas pequeñas aguardaban
detrás de las vallas con la esperanza de conseguir instantáneas de sus reinas en ciernes
con un miembro de la corte real. Las “carrozas” eran, para ser más exactos, coches
decorados con esculturas de papel maché, serpentinas de papel higiénico tintado y
cartón, pero el cuerpo estudiantil de Hawthorne y sus antiguos alumnos no tenían reparo
en dejar de lado su sentido crítico. Aquél era su particular desfile del Torneo de las
Rosas1 , por mucho que a ojos de los menos imaginativos no fuera más que una especie
de ridículo derbi de coches de juguetes en un camping de caravanas cutre.
a candidata efepé, una técnica de peluquería, había remodelado su Ford Pinto en forma de secador de pelo. era ya tradición que cada año todos los “efepés” hicieran piña en torno una de los suyos, contra viento y marea, e intentaran colarla con sus votos en la corte del Baile de Bienvenida. Estaban habituados ser los últimos, de modo que su sola presencia allí constituía para ellos un triunfo anual.

Luego estaba la candidata guarra cuya carroza era más digna del escaparate de la tienda
local de Victoria´s Secret. A nadie le sorprendió que su acompañante fuese Josh
Valence. Él y su alumna máter suscitaban entre los alumnos de Hawthorne el más
hondo desprecio, cosa que a él no le importaba ni lo más mínimo. Siempre estaba
dispuesto a chulearse delante de una multitud, aun delante de una que le odiase.

Damen lanzó una mirada asesina a la pareja, y a Josh en particular. En el fondo, toda la historia esta de Petula era culpa suya. “Pero ¿quién deja tirada a una chica hecha polvo en el camino de entrada a su casa y se pira?”, pensó Damen. Petula tampoco es que fuese una santa, pero a su laso parecía la Madre Teresa.

Las Wendys no tenía carroza, sólo unos rutilantes descapotables deportivos de color
rojo Carmelo, que de momento se veían desocupados. Eran de un buen gusto
sorprendente, pero tan parecidos el uno al otro, que sólo se podía deducir que pretendían dividir liberadamente el voto, para así garantizar a Petula el primer puesto en el
recuento final.
Petula había optado también por el enfoque discreto, exceptuando el color rosa chillón
de su Corvette. No le gustaba nada ni nadie la eclipsase, ni siquiera su propia carroza,
de modo que el tono de la pintura del coche había sido meticulosamente con su vestido.
Damen sentó a Petula sobre el respaldo del asiento trasero del descapotable y se colocó a su lado, sonriendo a la muchedumbre mientras la sujetaba como un ventrílocuo a su marioneta. La agarró del codo y, elevándolo, flexionó el brazo adelante y atrás, a modo de saludo. Empezó a sudar un poco a la vez que un sentimiento de pavor auténtico empezó a arrugar la sonrisa falsa que se había fabricado para él.
Damen lanzó una mirada asesina a la pareja, y a Josh en particular. En el fondo, toda la historia esta de Petula era culpa suya. “Pero ¿quién deja tirada a una chica hecha polvo en el camino de entrada a su casa y se pira?”, pensó Damen. Petula tampoco es que fuese una santa, pero a su laso parecía la Madre Teresa.
Las Wendys no tenía carroza, sólo unos rutilantes descapotables deportivos de color
rojo Carmelo, que de momento se veían desocupados. Eran de un buen gusto
sorprendente, pero tan parecidos el uno al otro, que sólo se podía deducir que pretendían dividir liberadamente el voto, para así garantizar a Petula el primer puesto en el
recuento final.
Petula había optado también por el enfoque discreto, exceptuando el color rosa chillón
de su Corvette. No le gustaba nada ni nadie la eclipsase, ni siquiera su propia carroza,
de modo que el tono de la pintura del coche había sido meticulosamente con su vestido.
Damen sentó a Petula sobre el respaldo del asiento trasero del descapotable y se colocó a su lado, sonriendo a la muchedumbre mientras la sujetaba como un ventrílocuo a su marioneta. La agarró del codo y, elevándolo, flexionó el brazo adelante y atrás, a modo de saludo. Empezó a sudar un poco a la vez que un sentimiento de pavor auténtico empezó a arrugar la sonrisa falsa que se había fabricado para él.
¿Y si Petula moría en el campo de batalla? El responsable sería él y seguramente lo acusarían de secuestro y asesinato. En segundo grado, como mínimo. Caso cerrado. Podía contar con que las Wendys llegarían a un acuerdo para testificar en su contra, aunque se le ocurrió que tampoco les había importado verse citadas en los periódicos como elementos “accesorios” del delito. Y él lo perdería todo: su libertad, su futuro, y lo más importante de todo, a Scarlet.
Se imaginó protagonizando uno de esos reportajes especiales de los programas
informativos en los que retratan criminales y donde exhortan al telespectador a
preguntarle a su televisor: “¿Qué clase de persona sería capaz de hacer algo así?”. A
pesar de la crisis autorrecriminatoria, ya no había marcha atrás. Le hizo una señal al
chófer para indicarle que estaban listos, y arrancó la procesión. El coche de Petula era el último de la caravana.
Charlotte y Maddy se colaron en el asiento de atrás y miraron a la pareja.
-¿Por qué no te subes ahí con ellos?- sugirió Maddy-. Mira a toda esa gente.
Charlotte no había visto nunca a Maddy tan embelesada, algo del todo sorprendente
puesto que no la consideraba una persona en exceso sociable ni del tipo sentimentaloide capaz de llegar al éxtasis con un desfile de Baile de Bienvenida.
-Puede ser divertido- dijo Charlotte, tratando en vano de disimular las ganas.
Sentarse en lo alto del respaldo del asiento trasero con ellos fue toda una experiencia. Los gritos de la muchedumbre, los motores tuneados rugiendo, los cláxones pitando, la música atronadora, todo era escandalosos y alegre. Era emocionante.
Damen procedió a mover el brazo de Petula en uno de esos típicos saludos que agradan a la multitud y fijó en su propio rostro una enorme sonrisa permanente. Mientras los coches daban vueltas por la pista, Charlotte se sintió abrumada por los gritos de ánimo y los piropos que le lanzaban desde las gradas. No le hizo falta imaginarse lo que sería estar en aquel coche, junto a Damen. Estaba allí. Ahora.

Charlotte ya no podía oír la voz de su conciencia. La única voz que parecía llegarle a través del griterío ensordecedor era la de Maddy.
-Es tan increíble lo que se está haciendo por ella. Deber estar verdaderamente enamorado de Petula.

-Lo estuvo una vez- corroboró Charlotte-. Pero pensaba que eso ya era historia.
-Tú puedes frenar todo esto, Charlotte. Puedes haceros regresar a Petula y a ti.

Cada chica era presentada por los altavoces y aplaudida educadamente por el público
conforme su coche se aproximaba a la tribuna, pero la multitud estalló extasiada cuando el coche de Petula llegó a la altura de las gradas. Charlotte disfrutó del baño de
multitudes mientras Petula era presentada con la lectura de su minibiografía- Petula la había escrito de su puño y letra para la ocasión- por sistema de megafonía:
PETULA KENINGTON ES ALUMNA DE ÚLTIMO CURSO DE HAWTHORNE
HIGH
LE GUSTAN: LOS CHIGUAGUAS, LA DEPILACIÓN BRASILEÑA Y LAS HAMBURGUESAS VEGETARIANAS CON PAN INTEGRAL DE QUINCE CEREALES.
NO LE GUSTAN: LA NEGATIVIDAD Y LOS COLORES MARRÓN Y NEGRO, SOBRE TODO CUANDO SE COMBINAN JUNTOS.
ES LA CAPITANA INTERINA DEL EQUIPO DE ANIMADORAS, QUE BAJO SU
LIDERAZGO GANÓ EL PRESTIGIOSO GALARDÓN TRIESTATAL AL
ENTUSIASMO. HA COMPLETADO ADEMÁS UN AÑO DE SERVICIO A LA
COMUNIDAD CON GARBO Y DIGNIDAD, ARREMANGÁNDOSE TRES
CUARTOS Y AYUDANDO AL PRÓJIMO SIRVIENDO CAFÉ Y LIMPIANDO
MESAS. HA CAMBIADO LA ACTITUD DE LA GENTE HACIA LOS
VOLUNTARIOS, ERRADICANDO LOS PREJUICIOS AL SERVIR LAS TAZAS DE
UNA EN UNA. ADEMÁS, HA EJERCIDO PRESIÓN SOBRE EL
DEPARTAMENTO DE SERVICIOS CORRECCIONALES A FIN DE INSTITUIR EL
EMPLEO DE ROPA CARCELARIA, UNIFORMES DE TRABAJADORES
SOCIALES Y ACCESORIOS MÁS ACORDES CON LA MODA. LA SEÑORITA
KENSINGTON PROYECTA EMPLEAR LA CORONA Y SU TÍTULO PARA
DEVOLVER LA ESPERANZA A LA COMUNIDAD Y LANZAR SU PROPIA
COLECCIÓN DE ROPA, QUE, DE TENER ÉXITO, SE AMPLIARÍA CON
MUÑECAS A SU SEMEJANZA.

La msa de fans de Petula gritaba enfebrecida, ahogando a los contingentes de la
candidata elepé y la candidata guarra tal y como se esperaba, y Charlotte empezaba a
sentirse igual de incapaz de controlarse. Para Petula, eran momentos como éste los que
daban razón a su existencia, para los que vivía y hacía planes. Momentos tan intensos,
tan irracionalmente gratificantes para el ego, que hasta eran capaces de arrancar a una
chica moribunda del borde del abismo, y con suerte, eso esperaba Damen, traer con ella
de regreso a su hermana.
-Es ahora o nunca -le gritó Damen a Petula en el oído, lo suficientemente alto como para que Maddy y Charlotte le oyeran.
Todo lo que Charlotte había deseado siempre estaba allí delante, a su alcance. Sus ojos se encontraron con los de Maddy y detectó en ellos un destello, un regocijo y un placer aterrador desconocidos.
-Ha llegado tu hora, Charlotte -la espoleó Maddy con mayor insistencia si cabe-. Ya le has oído, es ahora o nunca.
Charlotte miró a Damen y a Petula y de nuevo a Maddy, completamente confundida.
-Pero ¿y qué pasa con Scarlet? -preguntó con un hilo de voz.
-Vas a hacerles un favor a todos -le apremió Maddy-. Hazlo. ¡Ahora!
Los aplausos, los gritos, los acelerados motores de los coches, las luces, todas las
señales parecían confirmar las palabras de Maddy. La multitud quería que Petula
regresase, y Scarlet, y por lo visto hasta Damen la quería de vuelta. Y ella era la única que tenía en su mano hacer que sucediera.
Alargó el brazo lentamente hacia Petula y apoyó la mano cerca de su corazón.
-Charlotte -la llamó una voz desesperada desde el otro extremo del campo de fútbol.
-¡Scarlet! -gritó Charlotte, que se quedó estupefacta al ver a su amiga corriendo hacia
ella.
En un primer momento no estuvo demasiado segura de si Scarlet estaba furiosa con ella
o con Damen, pero conforme se acercaba, con Pam y Prue, más claro le iba quedando.
-¿Qué estás haciendo? -gritó.

El horror estampado en el rostro de Scarlet y la decepción de los rostros de Prue y Pam eran más de lo que podía soportar. Charlotte se quedó sin habla. Maddy, ni mucho menos alterada por la aparición de la pandilla, salió en su defensa.
-A lo mejor deberías ocuparte un poco más de tus asuntos, ¿no crees? -le advirtió
Maddy señalando el brazo con el que Damen tenía a Petula cogida por la cintura.
Scarlet levantó la vista y no le hizo ninguna gracia ver a Damen tan cerca de Petula.
-Esto… no es lo que parece -tartamudeó Charlotte-. No soy una puta asaltadora de cuerpos.
-Es verdad -intervino Prue, aclarándoselo a Scarlet-. No lo es.
-Ella sí -Pam se giró y señaló a Maddy con un dedo acusador.
Maddy se limitó a sonreír mientras las chicas la miraban con ojos asesinos. Charlotte no dijo palabra.
-Pues vas a necesitar algo más que suerte para demostrarlo -se rió Maddy-. No era yo la
que estaba sentada ahí arriba, asediando a Petula como un tiburón para conseguir a
Damen.
-Pero tú me has dicho que lo hiciera -le dijo Charlotte a Maddy-. Yo sólo lo iba a hacer para ayudar a…
Charlotte no sonó demasiado convincente al grupo que la rodeaba porque ni ella misma estaba segura ya de cuáles eran realmente sus motivos.
-¿Para quién? -la reprendió Scarlet-. ¿Para ti o para mí?
-Oye, que no fue ella la que corrió a llamar a tu puerta -dijo Maddy, jugando a dos
bandas.
- No me vengas con esas -atajó Scarlet recorriendo con la vista el campo-. Charlotte quería todo… esto.
-Para el carro -la interrumpió Pam-. Maddy a sido la que ha estado tramando esto desde el principio.
-Venga ya -argumentó Maddy en su defensa-. Charlotte ya es mayorcita. No me eches a mí la culpa de sus decisiones.
Pero Pam no estaba especulando solamente. Le hizo un gesto a Prue indicándole que había llegado el momento de decir lo que sabían.
-Recibí una llamada -le dijo Prue a Maddy de manera insidiosa- de una conocida tuya justo después de que Charlotte llamase para decir que estaba enferma.
-La llamada de una joven y prometedora estrella con un complejo de culpa casi suicida
-continuó Pam- porque su amiga, Matilda, había muerto misteriosamente cuando ambas competían por un papel que las catapultaría a la fama.
- Por lo visto, Maddy, que es como la llamaban, era una niña estrella venida a menos que vivían en Las Vegas… -prosiguió Prue.
-Sin City, la ciudad del pecado -apuntó Scarlet.
-Y estaba desesperada por hacerse con el papel -dijo Pam-, confiando que sería su regreso a las pantallas.
-¿Regreso de dónde?- ironizó Scarlet-. No he oído hablar de ella en mi vida.
-Convenció a su amiga de que era esencial que se inyectaran en las axilas unos chutes
de Botox, que había conseguido en el mercado negro -explicó Prue-, para que en la
audición la cámara no captara las marcas de sudor.
-Probado en actrices, nunca en animales -dijo Scarlet con aire dramático.
-Bueno, el caso es que a las pocas horas de inyectarse los chutes la una a la otra -dijo Prue-, Maddy empezó a mostrar evidentes síntomas de botulismo. Boca seca, visión borrosa, problemas respiratorios, debilidad muscular. El kit completo.
-¿Os contó la amiga si se cagó encima?- preguntó Scarlet hostigando a Maddy-. He oído que también pasa.
-La hospitalizaron y perdió la audición, obviamente, y su amiga consiguió el papel -
concluyó Prue-. Maddy murió dos días después por complicaciones derivadas de la misma enfermedad.
-No acabo de entenderlo -dijo Charlotte sondeando a Prue para obtener más información-. ¿Qué hizo Maddy de malo?
- Su amiga no les creyó -dijo Prue-, pero la policía determinó que la inyección con sobredosis era para ella, no para Maddy. La muy pardilla se confundió de jeringa y salvó su vida en el proceso.
-Pues debía ser un papel de muerte el que se disputaban -opinó Scarlet con socarronería.
Incluso en medio de aquel amplio espacio abierto al aire libre, Maddy sintió que el mundo se le venía encima.
-Morir así -añadió Prue- es algo que te persigue allá donde vayas.
-Necesitaba corromper a alguien más -dijo Pam- para poder ir…
-¡¡¡Al infierno con todas vosotras!!! -exclamó Maddy con la voz cascada, como si acabase de hacer gárgaras con un puñado de piedrecitas.
-Exacto -dijo Prue-. Así es como se avanza en su mundo.
Charlotte mantuvo la calma y escuchó impasible el cotorreo fantasmal, procesando la revelación de la que estaba siendo testigo.
Conforme rodaban lentamente hacia el escenario como en una suerte de coche de
payasos sobrenatural, Charlotte se volvió hacia Scarlet, que tenía los ojos clavados en
Damen, el cual, a su vez, tenía agarrados a Petula y al reposacabezas del Corvette y se
preparaba frenéticamente para no sabía muy bien qué. Charlotte casi podía ver los
segundos pasar en tanto las pupilas de Scarlet y Damen se dilataban, más y más, en
respuesta a la histeria creciente de la multitud y a su propia desesperación, también en
aumento. Ya había escuchado suficiente. También ella debía sincerarse de una vez por
todas. La calma y sosiego espirituales que alcanzara en el Baile de Otoño el año anterior
la embargaron de nuevo, y Pam, como siempre, fue la primera en percatarse del cambio
en su expresión.
-No pareces demasiado sorprendida, ¿eh, Charlotte? -preguntó Pam extrañada.
-No lo estoy -dijo Charlotte dejándolas a todas estupefactas, Maddy incluida-. Lo he sospechado desde el principio.
Maddy hundió la cabeza con rabia, no tanto porque hubiesen desenmascarado sus aviesas intenciones, que las tenía, sino por cuanto había sido vencida por alguien a quien consideraba tan patética.
-¿Y por qué no dijiste nada?- preguntó Pam-. Podíamos habernos deshecho de ella.
-Ten cerca de tus amigos -instruyó Charlotte-, pero ten aún más cerca de tus enemigos.
-Filosofía de gángster -murmuró Scarlet con un gesto de aprobación-. Querías saber qué se traía entre manos antes de dar un paso en falso.
-Antes de que Scarlet entrara en escena, yo era la única para quien ella suponía una amenaza -explicó Charlotte-. Pero en cuanto se ofreció a venir a Hawthorne supe que Maddy quería hundirnos a todas.
-¿Lo tenía todo planeado? -preguntó Scarlet.
-No del todo -explicó Charlotte-. Al principio, yo era su único objetivo. Pero la llamada
que Maddy respondió en mi lugar era de Scarlet -continuó-. Cuando averiguó lo que
Scarlet planeaba hacer para salvar a Petula, se le presentó una oportunidad mucho
mejor.
-Supuso que Scarlet se quedaría atrapada en Muertología tratando de cruzar al otro ladodijo Pam asintiendo con la cabeza, ahora que todo empezaba a cobrar sentido-,
ocupando un sitio que no le correspondía.
-Les habría impedido a todos cruzar al otro lado -coincidió Pam-, habría acabado con esa clase entera y evitando que Scarlet llegara a ti.
-Pero a presentarse Scarlet -continuó Charlotte- tuvo que cambiar de planes.
-Se ofreció a ayudaros -dijo Pam- porque si te convencía de que hicieses regresar a Petula, podía condenar no sólo tu alma, si no la de Petula y Scarlet también.
-Me entró la codicia -dijo Maddy -. Denunciadme.-Nos has salvado la vida- dijo Scarlet
solemnemente, ahora que empezaba a percibir la magnitud del sacrificio de Charlotte-.
Y algo más.
-Un momento, entonces ¿llamaste diciendo que estabas enferma para obligarnos a ir a buscarte? -preguntó Pam encajando las piezas.

Charlotte sonrió confirmando la teoría de Pam.-Y sabías que eligiera el camino que eligiera Maddy, yo cogería la dirección opuesta -dijo Scarlet.
-Sí, reconozco que contaba con tu Trastorno Negativista Desafiante —dijo Charlotte soltando una risita.
-Entonces, lo de ir por ahí deprimida, lo de la posesión de Petula y todo lo demás -
preguntó Prue-, ¿era todo fingido?
-No del todo- reconoció Charlotte con sinceridad y algo avergonzada-. Que conociera
las intenciones de Maddy no significa que no me sintiera tentada. Me ofreció todo lo
que echaba de menos, todo lo que deseaba. Costaba resistirse... y a punto estuve de no
hacerlo.
-Yo sólo estaba haciendo mi trabajo -le graznó Maddy a Charlotte-. No te lo tomes como algo personal.
-Sí, eso es lo que dice la gente después de joderte la vida -le espetó Scarlet.
-Además, ¿qué tiene de maravilloso hacer el bien? -dijo Maddy volviendo al ataque-. ¿Qué habéis conseguido con ello? ¿Un curro de teleoperadora?
-La gente dice que una buena obra es en sí su propia recompensa-respondió Charlotte, con su brújula moral completamente reajustada y haciendo horas extra.
-Y el infierno- le espetó Maddy- está lleno de buenas intenciones.
-Mándame una postal cuando llegues -la interrumpió Prue
La muchedumbre enfervorizada, los flashes de las cámaras, los cantos y gritos de
ánimo, la planísima tripa, los perfectos pechos, las tonificadas piernas, el durísimo culo,
el vestido perfectamente ajustado al trabajado cuerpo de Petula... era como una música
ensordecedora brotando de la cabina de un pinchadiscos en una discoteca desierta. Una
sensación turbadora, adictiva, saturante, como si el ser de Petula se nutriera de
aprobación y excitación. Naturalmente que el mundo se veía de otra forma a través de
los ojos de Petula. Damen tenía razón: si algo podía hacerla despertar era el Baile de
Bienvenida.
Resultó que lo más emocionante de todo no estaba dentro de Petula, sino fuera. Era el
tacto de Damen. Podía sentir sus cálidas manos en el hombro y el antebrazo de Petula,
sujetándola firmemente, a la fuerza, en el asiento del coche. Había pasado mucho
tiempo desde que sintiera su tacto, y tan pronto lo notó se dio cuenta de lo mucho que
hacía de ello. Mientras Charlotte seguía sintiendo con la piel de Petula, mirando con sus
ojos, escuchando con sus oídos, la odiosa risita de Maddy logró de algún modo llegar
hasta ella. Charlotte se giró para plantarle cara. Al final Maddy se había salido con la
suya ¿verdad?, pensó Charlotte. Maddy la había tentado. Char­lotte había poseído
a Petula.
-¿Qué se siente al ser una más de la gente guapa? -preguntó Maddy con tono seductor.

Sin mediar palabra, Charlotte se aproximó a Maddy, como si fuera a abrazarla agradecida.
-Ese es un papel que nunca vas a tener que molestarte en interpretar- le susurró
Charlotte en el oído a la vez que trataba con todas sus fuerzas de someter a su
traicionera compañera de habitación, luchando a vida o muerte por Petula y Scarlet.

Mientras el coche recorría la pista hacia el recinto de ganadores, el cuerpo de Petula
empezó a ser zarandeado, hacia delante y hacia atrás, por el combate que en su interior lidiaban Charlotte y Maddy. A los ojos de la fascinada multitud, era co­mo si
Petula cabecease al son de la música, y todos se apresuraron a imitarla. Muy pronto, las gradas eran un mar de cabezas bamboleantes y cuernos roqueros, pero sólo hasta que Charlotte echó a Maddy a patadas igual que a una borracha menor de edad en la fiesta de Navidad de la Junta Estatal de Control de Licores.
-¡Largo!- chilló Charlotte echándola.
Petula se desmoronó de repente. Damen, sorprendido, la cogió y evitó que fuera a
estrellarse contra el maletero del coche. Maddy evacuó el cuerpo de Petula y Charlotte la siguió de cerca, ahuyentándola.
-Adiós, penosa-tanás- se burló Scarlet.
-Nos volveremos a ver- gritó Maddy en tono amenazador mientras desaparecía entre la multitud.

Charlotte chocó los cinco con Pam y Prue y recibió un fuerte abrazo de Scarlet.
-¿Qué ha pasado ahí dentro?- preguntó Scarlet.

-No lo quieras saber- dijo Charlotte.

-Bueno, lo que sí sé es que has echado a patadas a ese espantajo desquiciado- vociferó Scarlet orgullosa de su amiga una vez más.

-¡Mira por donde, la que decía que yo era una cabrona!- bromeó Prue, obteniendo más gruñidos que risas de sus fantasmales amigas.

Cuando se apagaron las risas, Scarlet miró a Charlotte y sintió que había llegado el momento de hacer las paces.
-Siento haber dudado de ti.
-No lo sientas- dijo Charlotte con toda sinceridad-. La verdad es que no estoy muy
segura de lo que habría hecho si no os llegáis a presentar en ese preciso momento.

Scarlet entendía la razón de sus dudas.

-Además- le recordó Charlotte a Scarlet modestamente-, es a Damen a quien tienes que darle las gracias. Él sabía que sin Petula tú no podías regresar. También ha intentado recuperarla a ella, pero lo ha hecho principalmente por ti.

Por no hablar, pensó Scarlet, del forcejeo para impedir que Maddy y Petula le besaran. Una proeza nada despreciable.
-Seguro que le importas, y mucho -añadió Pam.

Para Scarlet el apoyo de sus amigas significaba un montón, la animaba. Pero antes de
que tuviera tiempo de recapacitar sobre ello, el monitor del tobillo de Petula empezó a
pitar.

A Damen le entró el pánico, pero no tenía la menor intención de irse de allí. Había estado a punto de hacerla regresar, y el único as que le quedaba en la manga era la coronación. Si eso no funcionaba, lo que pudiese ocurrirle a Petula tampo­co es que fuera a empeorar mucho más la situación, ya estaba medio muerta.

-Nos quedamos aquí así esto acabe conmigo -dijo Damen mientras el brazalete del
tobillo seguía monitorizando cómo la vida de Petula se iba apagando-, o contigo.
De pronto aparecieron las Wendys, que, al volante de sus bólidos color cereza, se
aproximaban a toda velocidad para ver a Petula. Cuando estuvieron a la altura de su
coche, aminoraron la marcha y comprobaron que las cosas no le pintaban nada bien.
-Dame eso- ordenó Damen, señalando con el dedo el lazo que Wendy Anderson llevaba atado al cuello.
Sin pensárselo, Wendy se lo lanzó de mala manera y él lo enrolló alrededor del monitor para ahogar el implacable pitido intermitente que parecía la cuenta atrás para un
tristísimo final.
-¡Gilipollas!- gritó Wendy al constatar que Petula siempre conseguiría lo que quisiese,
estuviera consciente o no.

El lazo permaneció prendido al monitor durante un rato y luego salió volando del coche y fue a aterrizar en el suelo.
-Deprisa -chilló Scarlet, consciente de lo crítico de la situación-. Tenemos que dar con el espíritu de Petula inmediatamente.
Charlotte recogió el lazo del suelo y se lo metió en el bolsillo como recuerdo de una noche inolvidable.
OPINION: APESAR DE QUE ESTUBO REÑIDA LA COMPETENCIA PUDO PASAR ALGO BONITO EN ESTE LIBRO
CAPITULO 21
Nos convertiremos en siluetas
Sólo sienten desamor quienes
antes han sido amados
Cuando has amado, tu alma no lo olvida, por mucho que sí lo haga tu
mente. El amor pasa a formar parte de tu ADN, tu esencia. Es sabiduría
y pensamiento, arraigados en lo más íntimo del corazón y del alma. Y ello
puede ser una bendición y una maldición. No hay forma posible de rellenar el vacío, ni tratamiento eficaz contra el dolor persistente del
amor perdido, salvo su regreso.
Gary estaba apostado en el pasillo, junto a la puerta de la habitación de Scarlet, cuando llegaron Charlotte, Scarlet, Pam y Prue.
-¿Se puede saber dónde estabais? -dijo frenéticamente -. Tengo que regresar.
-Gracias por esperar -dijo Scarlet -, y por echarme un ojo. De verdad que acabas de reciclar mi fe.
Gary soltó una carcajada y reparó en la desconocida que se había unido a la manada.
-Tú debes de ser la Famosa Charlotte.
Charlotte asintió. Ese apodo le gustaba bastante.
-He oído hablar mucho de ti y tus compañeros de clase -dijo Charlotte -. Gracias por vuestra ayuda.
-¿Has encontrado la oficina de ingresos? -preguntó Prue.
-Sí -respondió Gary -. Yo estoy listo, así que cuando queráis.
Scarlet se asomó a la habitación y se echó un vistazo. Tenía mal aspecto. Petula no era la única a la que se le agotaba el tiempo.
-Lista -dijo, y todas siguieron a Gary escaleras abajo.
Por el camino, Charlotte y Scarlet tuvieron oportunidad de hablar, de dejar al lado sus diferencias, aun cuando aparentemente estuviera ya todo perdonado.
-Antes, en el Baile de Bienvenida, no he sido del todo sincera contigo -admitió Charlotte.
-¿A qué te refieres? -preguntó Scarlet.
-Pues verás, sí que es cierto que desde el principio intuía que Maddy no era trigo limpio
-dijo Charlotte -, pero aun así destapo algo que ocurría en mi interior. Ver a Damen de nuevo, contemplar a Petula en el baile de bienvenida…, unos minutos más y
probablemente habría caído en su trampa.
-A mí lo único que me importa es que llegado el momento de escoger entre hacer lo
correcto o lo equivocado -la tranquilizó Scarlet -, decidiste hacer lo que era correcto.
-Supongo -contestó Charlotte -. Pero no es sólo eso.
-Te escucho.
Ahora Charlotte hablaba tanto para Scarlet como para sí misma.
-Hace tiempo que trato de hacerme a la idea de que voy a estar atrapada aquí para siempre -dijo Charlotte compadeciéndose un poco de sí misma -. La plataforma telefónica, el apartamento, las literas, la iluminación, los ascensores, no son más que pequeñas ilusiones del pasado, sombras en realidad, creadas para que no nos
desorientemos. No lo comentamos entre nosotros, pero todos lo sabemos.
Scarlet cerró los ojos un instante, le entristecía el destino de Charlotte y, a la vez, se sentía culpable por poder regresar a su casa, recuperar su vida.
-Nunca iré a la universidad, ni me enamoraré, ni podré casarme, Scarlet -continuó su letanía con tono contemplativo.
-Si alguien puede dar con la manera de que te enamores en ese lugar, ésa eres tú -dijo
Scarlet.
Charlotte esbozó una sonrisa forzada.
-Míralo así -dijo Scarlet, restando seriedad al asunto por un momento -. No vas a tener
que pagar alquileres, ni divorciarte, ni menos aún pasar la menopausia.
Charlotte se echó a reír. Siempre podía contar con Scarlet para sacarle los defectos a
todo.
Dejaron de andar y siguieron hablando, mirándose a los ojos.
-A lo mejor por eso no recibo llamadas en la plataforma -añadió Charlotte -. Si ni yo misma logro tener las cosas claras, menos aún voy a poder aclarárselas a otro.
-Ya, te entiendo -dijo Scarlet, pensando en lo que acababa de hacer sólo por su novio.
-Supongo que ya estoy resignada a perderlo todo -dijo Charlotte -. Pero no veo cómo voy a resignarme a perderte a ti otra vez.
-Tal vez no debieras -dijo Scarlet -. Porque, lo que es yo, no pienso dejarte ir.
Charlotte sabía que hablaba completamente en serio. Ahora llevaban vidas distintas; es más, siempre había sido así, pero la fuerza que las atraía era aún más intensa que la que las separaba.
Petula y Virginia habían estado contándose anécdotas y riendo, pasando el rato tan
entretenidas que casi olvidaron que seguían esperando para irse. La diversión y los
juegos fueron interrumpidos bruscamente por el sonido de unos pisotones provenientes, una vez más, de algún punto alejado del pasillo.
-Vuelvo a oír pasos -dijo Virginia muy nerviosa -. A lo mejor ya es hora de irnos.
Petula también los oía, pero le parecieron más producto de una miniestampida que los

andares de una enfermera.
-A lo mejor -dijo Petula con inquietud.
Ahora los pasos se acercaron más y más, hasta que pudieron oírse justo al otro lado de la puerta.
-Ya está -susurro Petula mientras apretaba con fuerza la mano de Virginia.
-Ya está -dijo Gary empuñando el pomo de la puerta y haciéndolo girar.
La puerta se abrió de par en par como si un grupo especial de asalto la hubiese tirado
abajo.
-¡Pero qué…! -chilló Petula cuando vio entrar como una exhalación a una pandilla de desconocidos seguidos de cerca por su hermana.
-¡Petula! -gritó Scarlet con un sentimiento de júbilo y felicidad que no había sentido por su hermana desde que eran niñas.
-¡Scarlet! -chilló Petula con igual entusiasmo.
Las hermanas corrieron la una al encuentro de la otra y, justo cuando estaban a punto de
fundirse en un monumental abrazo, vacilaron y se pusieron a dibujar círculos una
alrededor de la otra, con los brazos abiertos suspendidos en el aire, abrazando la nada.
-Te has tomado tu tiempo -se quejó Petula. Luego miró a un lado y vio a Charlotte -.
Yo a ti te conozco -dijo con cautela -. Eres la chica que murió en el instituto y luego me secuestró.
-Charlotte -dijo Charlotte débilmente.
Se quedó boquiabierta por espacio de unos segundos al comprobar que Petula la había
reconocido. Incluso ahora, un reconocimiento así seguía siendo un halago para ella.
-Pero si tú estás aquí -razonó Petula, señalando a Charlotte -, entonces es que estoy
muerta.
-No del todo -dijo Scarlet, mirándola con compasión -. Pero…
-Casi -remató Charlotte.
-A tu vida -dijo Scarlet con sinceridad -. Has de regresar junto a los que quieres y te…
quieren.
Durante todo este rato, Virginia las estuvo observando desde el otro extremo de la
habitación, junto a la mesa vacía. Ella también había aprendido a apreciar a Petula, a su manera, y le alegró comprobar que estaba a salvo.
-¿Quién eres? -le preguntó Scarlet a la niña.
-Eso es información privilegiada.
-Ya veo que has estado hablando con mi hermana -se rió Scarlet subrayando su actitud.
Petula sonrió a Virginia rápidamente, para evitar que nadie más la viera. Estaba
orgullosa de su protegida y de la impresión que a todas luces le había causado en tan
poco tiempo.

-No pasa nada -la tranquilizó Petula, medio en broma -, puedes cooperar.
-Soy Virginia -dijo acercándose a cada una de las chicas y tendiéndoles la mano con educación -. Encantada de conocerme.
Todas comentaron lo joven y bonita que era, y Petula se sintió un poco celosa, si bien insólitamente orgullosa a un tiempo. Una vez hubieron acabado con las cortesías, Scarlet le susurró a Petula que debían ponerse en marcha.
-Bueno, ya está bien de tanta charla -dijo Petula -. Tenemos que irnos. Virginia, ven conmigo.


En ese preciso momento, se abrió la puerta trasera de la oficina y una vieja enfermera de aspecto desaliñado pasó al interior y fue a sentarse a la mesa. Traía consigo un
expediente, abrió la carpeta y le echó un vistazo.
-Virginia Johnson -dijo -. ¿Hay aquí alguna Virginia Johnson?
Todos se quedaron petrificados. Petula tardó un segundo, pero hasta ella empezó a deducir lo que allí estaba pasando.
-Virginia -insistió Petula -. Ven con nosotros.
La niña quería correr hacia ella, pero no lo hizo, comprendiendo de forma instintiva lo que Petula se negaba a aceptar.
-No puede venir con nosotros -dijo Pam lastimeramente.
-Oh - dijo Petula con la voz tomada por la emoción.
-Petula - la urgió Scarlet, tratando de controlar ella también la angustia que le atenazaba la garganta.
-No. No. No. No. No, por favor -imploró Petula -. Me quedaré.
Era la primera vez que Scarlet veía a Petula hacer semejante gesto de altruismo. Incluso logró conmover a Pam y Prue, y eso que ellas ya hacía mucho tiempo que habían dejado atrás sus emociones y el dolor del desconsuelo y la pérdida.
-Escucha -le dijo Prue con delicadeza y firmeza a la vez -. Si no nos vamos ya, no tendrás elección.
-Por favor, tengo miedo -gimoteó Virginia -. Quiero irme contigo.
Petula rompió a llorar. Pam y Prue la consolaban mientras ella extendía los brazos en el aire frío y vacío de la habitación, tratando en vano de alcanzarla.
-Virginia Johnson -volvió a llamar la enfermera, impasible.
La niña miró a Petula en busca de orientación, y a través de las lágrimas Petula reunió el ánimo suficiente para recomponerse y darle a Virginia el mejor de los consejos.
-Todo irá bien -le dijo.
-Soy yo -contestó la niña al fin a la llamada de la enfermera, los ojos clavados en los de Petula, buscando consuelo.
-Ojalá tuviese alguna forma de reconfortarla -sollozó Petula -. Algo que darle.
Charlotte se acercó a Petula, se metió la mano en el bolsillo y extrajo el lazo.
-Dale esto -dijo -. De todas formas creo que es suyo.
-Gracias -le dijo Petula a Charlotte sinceramente agradecida.
Petula se acercó a Virginia y la abrazó como si ya nada pudiera separarlas jamás. Sacó el lazo y empezó a arreglar el pelo, surcando su melena con los dedos muy despacio,
arriba y abajo, para finalmente recogérselo en una trenza y prenderla a la perfección con el lazo azul eléctrico.
-Siempre serás hermosa -dijo Petula, obsequiando a la niña con el mejor elogio que podía invocar.
Se volvieron a abrazar las dos, cada una tratando de ser fuerte para la otra.
-Y siempre seré joven, también -bromeó Virginia entre lágrimas.
Mientras Petula se reía agitadamente entre lágrimas, Charlotte se acercó a ellas e hizo un ademán en dirección a la enfermera.
-Es la hora -dijo.
Todos miraron con atención mientras Virginia andaba hasta la mesa, rellenaba los papeles necesarios y cogía su etiqueta.
-¿Y ahora dónde voy? -preguntó la pequeña inocentemente.

Charlotte miró a Virginia a los ojos y leyó en ellos el pesar con el que ella estaba familiarizada.
-Te acompaño -se ofreció haciendo un gesto de asentimiento a Petula para que dejara de preocuparse.
-Mi amiga Charlotte cuidará muy bien de ti -dijo Petula.
Jamás había imaginado Charlotte que viviría lo suficiente para escuchar aquellas
palabras de labios de Petula, pero todo llega para el que sabe esperar, pensó.
-Asegúrate de que recibe el tratamiento estrella.
-Lo haré -prometió Charlotte -. Lo mejor de lo mejor.
-Ojalá pudiera quedarme -dijo Petula, abrazando a Virginia una última vez.
-Una persona muy sabia me dijo en una ocasión -explicó Virginia -que a veces tienes que renunciar a ciertas cosas.
Petula sonrió, le hizo un gesto de despedida con la mano y, dando media vuelta, se dirigió hacia la puerta con Pam y Prue.
-Es la hora, Virginia -dijo Pam -. Vas a llegar tarde a clase.
-¿A clase?
-Sí, Virginia, la Otra Vida existe -dijo Scarlet, tratando de arrancarle una sonrisa.
-Pero tampoco está tan mal -dijo Charlotte, dirigiéndole a Scarlet una sonrisa. Scarlet se volvió hacia Pam y Prue.
-¿Cómo agradeceros todo lo que habéis hecho por mí?
-No es nada -contestó Pam -. Tú sólo mantente en tu lado de la carretera durante un tiempo, ¿de acuerdo?
-Nos vemos en tus pesadillas -añadió Prue.
-No si yo te veo antes -bromeó Scarlet.
-Y a ti te veo en el trabajo -zanjó Prue, diciéndole adiós a Charlotte con la mano.
Se les acababa el tiempo. Scarlet se acercó a Charlotte para despedirse de ella también.
-Jamás te habría traicionado -dijo Charlotte -. Lo sabes ¿verdad?
-Pues claro.
-Es curioso -comentó Charlotte -, cuando estaba dentro de Petula, tratando de echar a Maddy, pude oír a la multitud gritando su nombre, sentir su cuerpo y verlo todo a través de sus ojos aun cuando sólo fuera durante esos instantes.
-No tienes que justificarte conmigo.
-Pero en lugar de desear ser ella -continuó Charlotte -, me alegré de ser yo. Eso de que te miren, te juzguen, te escudriñen constantemente personas que ni siquiera conoces, y que en el fondo están deseando que falles… -añadió Charlotte -, no era lo que yo
pensaba que sería. Petula es una chica fuerte.
-Para todo hay una primera vez -dijo Scarlet jovialmente.
Se alegraba de que su mejor amiga se sintiera por fin contenta y en paz.
-¿Cómo me despido de ti otra vez?
-No lo hagas -dijo Charlotte -. Sé dónde encontrarte.
-¿Y eso qué es? ¿Una promesa? -Sonrió Scarlet -, ¿o una amenaza?
Las chicas se abrazaron y se besaron en las mejillas, consolidando así un vínculo que, ni la vida antes, ni la muerte ahora, habían logrado romper.
Scarlet fue a reunirse con Petula, se giró para mirar a Charlotte y Virginia una última vez y salió de la habitación.
CAPITULO 22
Todos dicen te quiero
sino por el número de momentos que te dejan
sin respiración.
Para ti es fácil decirlo.
Hablar es barato. Si no lo fuera, la gente tal vez dejaría de lanzar «te
quieros» a diestro y siniestro como si fuese una frase rebajada en un
cajón de la sección de oportunidades. Ser tacaño con los sentimientos,
guardarse de expresarlos hasta el instante propicio, debería concederles
más valor a ojos de aquel con quien finalmente te sinceras, por mucho
que tarde en llegar ese momento. Si estás con la persona acertada, es
una inversión que merece la pena. La pega es que, a veces, esteras tanto
para escuchar esas palabras que acabas roto por dentro.
Y la ganadora es… ¡Petula Kensington! -exclamó el maestro de ceremonias.
El espíritu de Petula regresó a su cuerpo en el mismo momento en que se anunciaba su victoria. Tan mayúsculo era el alboroto que nadie se percató del cambio, salvo Damen, que sintió cómo su cuerpo volvía a estremecerse con una sacudida.
-¡Has vuelto! -Damen se sintió aliviado al ver que no iba a tener que acarrear con un peso medio muerto para reclamar la corona, aunque también se estremeció ante la idea de que Petula pudiese intentar lo del beso otra vez.
-¡Y tú! -Petula se colgó de su brazo y continuó caminando sin perder el paso.
-La verdad es que sólo he venido a ayudarte para que Scarlet pueda regresar.
-La acabo de ver. Dios sabe dónde -dijo Petula-. Está bien.
-¡Tengo que volver al hospital!
-Por lo menos acompáñame a recoger la corona. Es sólo un momento.
Damen rió, asintió y escoltó a Petula hasta el podio montado en el recinto de ganadores como un jockey a su purasangre, y allí contempló cómo la reina del año anterior la coronaba apresuradamente. La multitud estaba como loca. Petula volvía a tener la
corona donde le correspondía estar, sobre su oxigenadísimo peinado.
-¡Oh, pero antes de que te vayas, qué tal uno para el anuario! -dijo Petula antes de
plantarle a Damen un besazo en los labios delante de las cámaras.
Damen ni siquiera se molestó un poco. La vieja Petula de siempre había vuelto. Ella
adivinó instintivamente la foto que buscaban los foteros y se la dio. Le rodeó el cuello
con los brazos, volvió a inclinarse contra él y le susurró en el oído. Él intentó apartarla
esta vez, pero se demoró un segundo, sorprendido por lo que acababa de escuchar.
-Gracias -dijo Petula con ternura.
Era lo más sincero que le había dicho jamás. Se sintió absuelto, y con más prisa que antes por reunirse con Scarlet.
Mientras los jugadores de fútbol salían al campo, Petula volvía a concentrarse en lo
suyo, haciéndole a un lado y posando ella sola con su corona, a la vez que se aseguraba de que las Wendys quedaran fuera del campo de visión de las cámaras. Damen se
escabulló sin que la marabunta lo notase apenas.
Antes de que pudiera escabullirse del todo, Josh se acercó a él y le bloqueó el paso.
-Hombre, Dylan -dijo tendiéndole la mano de manera afectada-. Sólo quería darte la enhorabuena.
Damen se apartó para sortearle; los deseos de regresar junto a Scarlet y tenerla en sus brazos habían relegado a un segundo lugar la rabia que escasos minutos antes había sentido hacia él. Pero Josh volvió a interponerse en su camino.
-Tu novia al menos sí que sabe ganar. No como tú y tu patética defensa de la temporada
pasada.
-¿Te han dicho alguna vez -empezó a decir Damen muy despacio- que la mejor defensa es un buen ataque?
Damen cerró el puño de su mano derecha y le atizó un directo a la boca, tumbándole.
-No te ofendas -se burló para rematar la faena.
Él no era un tipo por naturaleza violento, pero tumbar a Josh, bueno, le sentó… genial.
Conforme estaba saliendo del campo vio un rostro familiar que corría en dirección
opuesta. Era Kiki. Probablemente se habían enterado de que Petula y su milagroso
vestido habían logrado llegar a tiempo al Baile de Bienvenida después de todo.
Mientras corría iba gritando el nombre de Petula y algo más que no pudo entender del
todo debido al clamor de la multitud y al hecho de que estuviera llorando de alegría,
obviamente.
Era algo así como «está viva» o «¡VIVE!». Damen se rió por sus adentros mientras se volvía para ver cómo se abrazaban cariñosamente, y concluyó que cualquiera de las dos frases podía aplicarse perfectamente a Petula.
El clamor de la multitud no cesó hasta un bues rato después de la proclamación.
Petula comprobó el estado de su corona, se la recolocó y ene se instante un consejo que le había dado Virginia. Según ella, las reinas salientes siempre querían sabotear el gran momento de la nueva reina, y por eso acostumbraban a colocar la corona torcida.
Cerró los ojos y se concentró en su pequeña amiga, tratando con todo su corazón y toda su alma de compartir aquella victoria con ella.
Concluía la ceremonia en su honor, Petula se arrancó el monitor del tobillo, y todos los
presentes interpretaron el gesto como una señal de que ahora ya estaba lista para irse de la fiesta.
Una mezcla de admiración y odio, emanaba de cada una de las chicas que ocupaban las
gradas, llovió sobre Petula conforme daba la vuelta de honor, sonriendo y saludando de
forma condescendiente como si nada hubiera pasado. Su efusividad tenía sobrecogidas a
las Wendys.
-¿Tú crees que será la dieta del coma? -se preguntó en voz alta Wendy Anderson con
retintín.
-Puede ser -dijo Wendy Thomas-. Lo probaremos para el baile de fin de curso.
Petula se volvió y contemplo a las Wendys, allí detrás, siguiéndola resentidas en sus
coches.
Era justo como siempre había soñado que sería.
Damen entró a la habitación y se acercó intranquilo a la cama de Scarlet. Se la encontró
tumbada, muy quieta, y para él eso no era una buena señal. No era lo que esperaba. Al
inclinarse sobre ella, pudo sentir su respiración en la mejilla. Ya no era tan trabajosa
como lo había sido, se acercó aún más y rozó suavemente con sus labios los de ella.
-¡Tienes pintalabios en la boca! -dijo Scarlet con los ojos todavía cerrados. Damen, sobresaltado del susto, se apartó de la cama de un brinco.
-¿Qué?, no podías esperar a que se enfriara el cuerpo, ¿eh? -dijo Scarlet abriendo lentamente los ojos.
-¡Scarlet! -exclamó él mientras tomaba su rostros entre las manos y la besaba, luego se apartó para contemplarla-. No me vuelvas a abandonar jamás.
-Ahora sabes cómo me siento cuando te vas a la universidad y no estás aquí -le contestó con una sonrisita, sintiéndose un poco grogui aún.
-Todavía no me creo que la hayas encontrado. ¿Quién iba a pensar que Petula tuviese
alma?
Ella se echó a reír y levantó la vista hacia él, sus ojos avellana brillantes de alivio por estar con él de nuevo. Una lágrima solitaria brotó de los ojos de Damen.
-¿Es eso una lágrima?
-Sí, pero es una lágrima de hombre.
-Ya, pues sólo te falta ponerte perfilador masculino, aunque bien pensado tampoco estaría tan mal.
Damen envolvió el rostro de Scarlet entre sus manos. Y al mirarse a los ojos, la sonrisa dibujada en sus caras se desvaneció.
-¿Le has dado un beso a Charlotte de mi parte? -preguntó Damen, sintiéndose en deuda con Charlotte por haberle devuelto a Scarlet.
-Yo no doy besos a las chicas -respondió Scarlet con sarcasmo, pero sabiendo lo mucho que significarían para su amiga las palabras de Damen.
-Yo sí -dijo Damen besándola suavemente.
-¿Cómo? ¿Arriesgo mi vida, cruzo al otro lado, traigo a mi hermana de vuelta, y está es toda mi recompensa?


-Scarlet -dijo Damen sinceramente, mientras acariciaba la pial de popcelana de su mejilla con el pulgar.
-¿Qué?
-Te… quiero -dijo él recalcando cada palabra.
-¿Y sólo ha hacho falta que haya estado a punto de morirme para sacártelo -le susurró al oído mientras lo abrazaba-. Yo también te quiero -dijo Scarlet, y le besó como si su vida dependiera de ello.
Charlotte escoltó a Virginia hasta es aula de Muertología, cruzando primero la Escuela de Educación Básica de Hawthorne a la que asistía y atravesando después los conocidos pasillos del instituto anejo.
-Me alegra haberlo visto por lo menos -dijo Virginia apenada refiriéndose al bastión de educación segundaria.
-Ya, bueno -dijo Charlotte con ternura, evocando los años que había pasado allí y
tratando de restarle dramatismo a la presente situación-, tampoco era para tanto.
Virginia apreció la sensibilidad de Charlotte, pero la melancolía que detectó en su rostro le dijo que tal vez no había sido del todo sincera con ella.
-¿Sabes qué? Cuando mi amiga Pam me acompañó hasta aquí la primera vez, trató de
hacerme reír porque yo estaba muy nerviosa -dijo Charlotte, haciendo verdaderos
esfuerzos por reconfortarla-. Me dijo: «Mira el lado positivo, ya no tendrás que depilarte
nunca más».
Virginia pensó que tenía su gracia, pero entonces cayó en cuenta de que ella nunca se había depilado y de que, ahora, ya no lo haría jamás. Charlotte se desvivía por que ella se sintiera mejor, así que embozó una sonrisita para aliviarla. Mientras recorrían el pasillo que desembocaba en el vestíbulo principal, Virginia estaba ansiosa por cambiar de tema, y entonces reparó en algo que le venía que ni pintado.
-¿No eres tú esa de ahí? -preguntó, señalando la vitrina de trofeos del instituto.
Charlotte se detuvo un segundo y contempló su foto del anuario y su necrológica, en el
centro de la vitrina, rodeadas de trofeos deportivos, académicos y matemáticos, y de las
fotografías de clases de alumnos de las distintas promociones, tal y como le había
contado Scarlet. Al pie de su retrato se podía leer: «Su recuerdo vivirá por siempre en
estos pasillos».
No se veía a sí misma, ni viva ni muerta, desde hacía mucho tiempo, y pensó en lo
joven que parecía en aquella foto, aun cuando aquél fuera a ser su aspecto para siempre. La había incluido en el grupo de Alumnos Destacados, y eso la enorgulleció, aunque
también podía tratarse de una broma pesada. No lo podía asegurar, pero tampoco es que le importase ya. Al fin y al cabo, se habían acordado de ella, y cariñosamente, además. El tiempo no tardaría en amarillear el periódico, pensó, y la fotografía se iría apagando, aunque, como es lógico, también lo harían las de los demás. Ella había estado allí, había vivido un tiempo. Y ahora eso le bastaba.
-Lo era -dijo Charlotte con calma.
-Pues parece que hiciste mella. ¿Qué eras? ¿Animadora o algo así? -preguntó Virginia.

-No exactamente -respondió antes de hacer una pausa y cambiar de tema-. Virginia, hay vidas largas y vidas breves, pero todas son iguales de importantes y todas deben tener un final. Lo de ahora es para siempre. He tardado mucho en darme cuenta.
Virginia rodeó con sus manos el cuello de Charlotte y la abrazó muy fuerte, y Charlotte supo que había hecho mella, ella también.
-Oye, menudo abrazo de oso. ¿Dónde estabas mientras yo me atragantaba con ese osito de goma?
Virginia no tuvo tiempo de preguntarle a qué se refería, por que en ese instante ambas repararon en la luz del proyector que, desde el interior de la clase de Muertología, se derramaba al exterior, al final del pasillo.
-Ya está -dijo Virginia nerviosa, estrujándole la mano a Charlotte.
-Así es -confirmó ésta, recordando que ella se había dicho exactamente lo mismo.
Charlotte la acompañó de la mano hasta la puerta y giró el pomo. Se asomó a la clase en
penumbra al girar y distinguió las siluetas de los alumnos, que aguardaban sentados. Le
pareció que había sido ayer o siglos atrás cuando ella pasó por allí.
Charlotte le hizo un gesto a la niña para que entrase y Virginia pasó al interior, sola. Al
cerrar la puerta, Charlotte oyó las palabras que le aseguraban que la pequeña iba a estar
bien.
-Bienvenida, Virginia. Te estábamos esperando
OPINION: FUE MUY BONITO DE QUE PETULA GANARA LA CORONA, PERO FUE MAS EMOCIONANTE CUANDO LE PLANTO EL BESO A DAMEN CREO QUE ESO SI ME GUSTO.
EPILOGO
Éste debe ser el lugar
Todo aspiramos a alcanzar un lugar mejor.
Ya sea un lugar mejor para vivir -rompiendo con una relación nefasta o empezando una nueva-; o un lugar mejor espiritualmente -otra
dimensión, tal vez, donde existir-; o bien el mejor de los lugares: el cielo.
Charlotte se había pasado la vida, y la Otra Vida, tratando de alcanzar
un lugar mejor hasta que finalmente cayó en la cuenta de que no había
lugar que alcanzar, de que el mejor lugar estaba, y había estado siempre,
en su interior. Ahora había cambiado y aquello en lo que se estaba
convirtiendo compensaba con mucho lo que había perdido.
Por mucho que hubiese experimentado un desarrollo personal en su regreso a
Hawthorne, Charlotte seguía sintiéndose sola mientras remontaba penosamente la
boscosa ladera. Sabía que había hecho lo correcto al dejar atrás a Damen y Petula, y sus sueños de su infancia, paro aún sentía el mismo vacío en su interior. Podía no ser más
que el temor a enfrentarse a Markov lo que la inquietaba. Después de todo, todavía iba a tener que dar un montón de explicaciones. Había puesto en peligro las vidas de otros.
Mentido, abandonado el complejo, faltando el trabajo. Todo y más. Las cosas podrían
haber acabado muy mal. Sólo le quedaba esperar que Pam y Prue le hubiesen allanado el camino, aunque fuera un poco.
Pero tampoco se restó méritos por sus logros, algo del todo impropio de ella. Todos
estaban donde debían estar. Se había deshecho de Maddy, y al ayudar a Scarlet a ayudar
a Petula, había puesto en contacto a Virginia con su clase de Muertología. Ya no
tardarían mucho en cruzar al otro lado, era sólo cuestión de tiempo. Y comoquiera que
había trabajado tanto, pensó que tal vez podía alegar ante Markov que se había
ausentado por encontrarse de viaje de negocios. Con todo, si tenía que pagar, aceptaría
el castigo estoicamente.
-Me alegra tenerte de vuelta -dijo el señor Markov con un ademán cuando Charlotte
pasó por su lado de regreso a su mesa.
-Me alegra estar de vuelta.
Todo seguía igual, salvo que ahora Naddy no estaba. Su teléfono había sido
desconectado, y el cable, enrollado varias vueltas alrededor de éste por si acaso.
Sus compañeros parecían muy ocupados, y Charlotte pasó de largo con paso abatido y
cabizbaja, sintiéndose incapaz de mirarlos a los ojos, al menos por el momento. Cuando
llegó a su mesa, reparó en que Pam y Prue no estaban atendiendo llamadas. Recogían
sus cosas.
La idea de que pudiesen abandonarla otra vez la paralizó, ése era el precio que debía pagar por haber echado a perder su segunda oportunidad.
-¡Usher! -escuchó que la llamaba una voz conocida-. ¡Quiero verte en mi despacho! Hizo de tripa corazón, se aclaró la garganta y dirigió sus pasos lentamente hacia la oficina del señor Markov, fuente de la voz.
Cuando por fin consiguió amarse de valor, entró y vio la figura de un hombre apostado
junto a la ventana, de espaldas a ella. El hombre se volvió y ella reconoció su rostro al
instante.
-¡Profesor Brain!
-Charlotte -dijo el profesor Brain cariñosamente e igual de contento de verla a ella.
-¿Dónde a estado? ¿Qué hace aquí?
-He estado justo ahí -respondió con severidad, a la vez que señalaba a la diminuta cámara que se cernía sobre Charlotte en la plataforma.
-No entiendo.
-Te he estado observando todo el tiempo.
Charlotte hundió la cabeza, humillada. Era demasiado bochornoso contemplar la sola
idea de que Brain hubiese estado observándola todo ese tiempo, después de todo lo que había pasado.
-Se te puso a prueba -reconoció Brain-, pero no fallaste.
-¿Ah, no? -se preguntó Charlotte, completamente confundida-. Pero fue tan grande la tentación que casi…
-Recuerda que ya hablamos una vez sobre las buenas y malas consecuencias, y de cómo
éstas son el resultado de las decisiones que toma cada uno y de sus actos, no de sus
intensiones.
-¿Y a quién he ayudado yo con mis decisiones? -preguntó Charlotte displicentemente-. Ni siquiera he recibido una maldita llamada.
-Scarlet fue tu llamada. Era la que más te necesitaba.
-Casi lo pierde todo por mi culpa. Su hermana, su novio, su vida incluso.
-Todo lo contrario, le has devuelto todas esas cosas.
-Pero en ningún momento he hecho caso de lo que se me decía -dijo Charlotte
argumentando en su contra-. He hecho lo que he querido, no lo que me pedían que hiciera, lo que todos pensaban que debía hacer.
-Exacto -contestó Brain.
-No hice lo que usted me dijo que hiciera -remarcó Charlotte avergonzada.
-Has hecho lo que te dictaba el corazón -la halagó Brain-. Es lo que hacen los líderes, y no los seguidores.
Charlotte no acababa de entender adónde quería ir a parar Brain. Todo aquello sonaba como si la Otra Vida fuese una especie de monumento sesión de psicoterapia.
Empezaba a sentirse como si necesitara tomarse un día libre para aclararse las ideas.
-¿Acaso el único objetivo de cruzar al otro lado era ayudar a los demás? -sondeó a Brain, frustrada-. ¿Y qué pasa conmigo?
-A veces una buena obra es en sí su propia recompensa, Charlotte. A veces eso es todo y nada más.
-Pues el que llamó a esto recompensa final debía de estar colgado -bromeó Charlotte.
-He dicho a veces, Charlotte. No siempre.
Lo cierto es que Charlotte había dejado de escucharle. Se fue hacia Brain, para
abrazarle, para agradecerle que no la castigase y prometerle que no volvería a pasar nada por el estilo.
Al acercarse a él, el profesor Brain la invitó a que la acompañara al despacho del fondo.
-Charlotte, te has estado preocupando por todos. Ahora es el momento de que te ocupes
de ti.
Charlotte entró en el despacho y vio a una pareja allí sentada.
-Han estado esperando para verte mucho tiempo -dijo el profesor Brain-. Más de quince años, para ser precisos.
-Hola, cielo -dijo la mujer con una voz que le resultó inquietantemente familiar.
La pareja se levantó expectante, y Charlotte corrió a su encuentro. Se abrazaron como si quisieran fundirse en uno.
El corazón de Charlotte, el corazón que durante tanto tiempo había estado buscando amor, empezó a latir. Y se dio cuenta de que había echado de menos un lugar
desconocido para ella, hasta ahora.
-Charlotte -empezó Brain-, éstos son tus padres.
-Lo sé -respondió Charlotte.
OPINION: ESTE LIBRO ME GUSTO MUCHO YA QUE TE ENSEÑA DEMASIADAS COMO QUE ALAMEJOR EL AMOR SIEXISTE PERO NO ES NECESARIO QUE TU LO BUSQUE SI NO QUE EL LLEGA, TAMBIEN AQUE UNA QMISTAD CUANDO ES BONITA SE VA A ENFRENTAR A MUCHAS COSAS PERO TAMBIEN SI ES FALSA SE VA A LLENAR DE MENTIRAS Y ESTAS VAN HACER LO QUE LO VAN A DESTRUIR.


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